domingo, 15 de diciembre de 2013

No se dijo nada pero todo quedó claro

Fue una noche igual como cualquiera, el cielo estaba claro y lleno de estrellas. El aire era caliente como lo son las noches de verano. 


Un piso rojo guardaba sus paso y un techo brillante como el metal protegía su cabeza. Una mesa al centro con cuatro viejitas, una de ellas hacía descansar un cuerpo ansioso.

Las palabras fueron saliendo del silencio, rompiendo el miedo que causaran en la mente de quien las fuese a escuchar.

El viento caliente era la excusa de la frente sudorosa, perfecto escondía la ansiedad de los falanges tronando sin control.

Por fin se dijo la disculpa, los dados habían sido arrojados, la suerte estaba en el aire, haciéndolo más ligero, más fácil de respirar.

Como un maestro auto nombrado de las técnicas de la psiquis, recurrió a la memoria, los recuerdos y los hechos del pasado para dar movimiento a los músculos de su boca y hacer salir en su voz un tema de conversación.

Que más podía hacer si la historia apenas en ese instante daba comienzo. Se escribía en el mismo instante que rebuscaba los temas de conversación, la más hermosa de las anécdotas de su corazón.

Y así fue pasando el tiempo, el reloj asesino y el silencio del interlocutor su cómplice, destruían su elocuencia, incapaz de hacer uso de sus palabras bonitas.

La noche no fue tan mal, logró sacar de su compañía varias sonrisas, anécdotas entrelazadas y una conversación bastante fluida.

Llegó la hora de partir, el tiempo había vencido la oportunidad que se le había brindado para brillar.

Calma mis amigos, es ahora que empieza la historia que se escribió esa noche ...

Incapaz de poder decir adiós o hasta luego, partió con rumbo y sin saber a donde ir. Molesto y maldiciendose a sí mismo por la impotencia de no poder expresar las palabras precisas en el justo instante. Se había quedado en oraciones y frases que sí bien no fueron falsas escondían el real propósito de su visita en esa noche.

Cobarde, tonto y falto de valentía se decía a sí mismo. Entró a su destino cargado de ansiedad, emociones y enojos personales a falta de pretextos justificables a la falta de coraje.

Reposó en su cama y descargó su batería de sentimientos en 140 caracteres a velocidad casi sobrenatural.

Con la ventaja del anonimato que le brindaba el no estar en su presencia, pero con la ventaja de su atención escribió .... Y siguió escribiendo.


... el nudo de la historia ...


Esa noche revivió el poeta, aquel del paseo por Versalles, el de las noches de Eiffel, el caminante de los Elíseos, el de las noches del libro perdido.

Su corazón se volvió líquido que entraba por un teclado iluminado y enviaba cada 140 caracteres las palabras que el valor ahogó en el nudo de su garganta y guardó en el cofre de la caballerosidad con llave de respeto. 

Y de repente explotó en su pecho la emoción, dos líneas de pocas pero precisas palabras entraron por sus ojos directo al corazón 

..."debo confesar que las cosas que ahora me has escrito, yo las siento igual"...

El poeta recién vuelto de la tierra donde duermen los que aún no ha muerto pero no están siempre con nosotros, sonrió.

La distancia no tuvo medidas, jamás existió algo tan cerca e imposible de tocar. Sin embargo esa madrugada de 140 caracteres había sido un éxito de dulces proporciones.

A falta de sueño y aún con cosas por decir hacía uso del símbolo numeral en un micro mundo lleno de galaxias adyacentes y cosmos paralelos. Ahí no parece existir el tiempo, las palabras no mueren por el viento, los sentimientos se congelan en un texto que puedes revivir cada que el corazón este dispuesto a recordar el sentimento. 

Y así lo sorprendió la luz del día, con la mente puesta en una promesa falta de cumplimiento pensó en darle honor a la palabra pero ya no había tiempo. 

Preparó su mejor sonrisa, estilizó su mejor postura, engalanó su mejor personalidad y salió a despedirse con su mejor mezcla de Don Juan poeta.

El sol se posaba en el centro de cielo, las sombras se ocultaban buscando en los cuerpos que se dedicaban a imitar una fresca morada para descansar.

Dijo buenas y en respuesta recibió un hola como estas ... Todo lo que había preparado se vino abajo. De nuevo lo invadía el nervio de los enamorados, a duras penas y pudo contestar ... Bien, ¿y tú?

Ante la mirada de los curiosos y chismosos vecinos que se desesperaban por averiguar la historia. Pobres tontos, debieron estar despiertos desde antes, así era imposible entender.

Poco se dijo en 30 largos minutos que en la madrugada se moría por tener y ahora tontamente los veía perder. Llegó de nuevo la despedida.

Esta vez pensó por dentro, fui cobarde lo se, pero está vez temor no te tengo miedo y sujetando sus mejías le dio un beso, de esos que no son robados pero el respeto insiste en mantener cortos para evitar caer en el desprecio de la vulgaridad profana. Seguido de algo que se interpretó como un adiós, se fue.

A penas dio dos pasos y el corazón ya estaba pasando factura de aquel acto inolvidable. Y sin usar completo los 140 caracteres dio a conocer en aquel micro mundo llenos de galaxias adyacentes y mundos paralelos, lo que sentía su corazón. Nadie entendió, ni comentó su tristeza, pues parecía una micro historia de tantas que ocurren en el llamado mundo real.

Llegó a aquel cuarto de paredes con ventanas de vistas al poniente, su voz que no era buena para las artes de la locución era aún peor esa tarde. Lágrimas provenientes de un collage de fuertes y variadas emociones que invadían por completo todo su cuerpo. 

En la mente estaba un recuerdo y en la memoria ya se había escrito la historia 
no se dijo nada pero todo quedó claro ...